El ORIGEN de los PABELLONES

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A día de hoy, los pabellones de exposición constituyen el más claro paradigma de arquitectura efímera. Sin embargo, este tipo de construcciones, que alcanzaron su popularidad con las exposiciones universales del siglo XIX, comenzaron a imaginarse y proyectarse mucho antes. Ya en 1670, el rey Luis XIV mandó construir un palacete en unos terrenos cercanos a sus jardines de Versalles. Esta estructura, conocida como Pabellón de Porcelana, constituyó el primer pabellón moderno.

En cualquier caso, como decimos, el boom de los pabellones se produjo con la celebración de las exposiciones universales. Para estos eventos la ciudad se convertía en un gran escaparate y también en un espacio de trabajo donde el arquitecto debía levantar una instalación temporal, con materiales ligeros y de fácil montaje. El primer gran pabellón se alzó en Londres, con motivo de la Exposición de 1851. Se trataba del Crystal Palace, una sala de hierro y vidrio de 600 metros de longitud construida totalmente con piezas prefabricadas, firmada por el arquitecto autodidacta Joseph Paxton. Simulaba un invernadero gigante, con diferentes climas en su interior.

A partir de entonces, la presencia de los pabellones se multiplicó en las exposiciones universales y se consolidó durante todo el siglo XX. Esto produjo una explosión del potencial creativo y la proliferación de diferentes manifestaciones artísticas ligadas con la arquitectura efímera. Por su carácter perecedero, los pabellones ofrecieron la posibilidad de experimentar con nuevas técnicas y materiales. De este modo cumplían varias misiones: informaban, publicitaban, representaban y sorprendían.

EL CARÁCTER DIDÁCTICO DEL PABELLÓN

Más allá del aspecto estético y comercial, la arquitectura efímera cumple, hoy más que nunca, una función didáctica. Un diseño vanguardista y la incorporación de las nuevas tecnologías en la construcción de museos, exposiciones, centros de interpretación y grandes muestras permiten expresar, compartir, enseñar y emocionar a los visitantes. Todo ello apostando por estructuras originales, llamativas, dinámicas e interactivas, que cumplen mucho más que un propósito informativo, porque también transmiten sensaciones.

Una de las líneas de trabajo que desarrollamos en Colorkreis es precisamente esa: el desarrollo y montaje de espacios museológicos y exposiciones.

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